Conocer Casa E (la Escuela Teatro de Alejandra) es una de las mejores formas de entender cómo es ella. Porque cada objeto que está dispuesto allí habla de una personalidad extrovertida, trasgresora, festiva y amante del aire libre (no gratuitamente tiene un lindo jardín conjugando este espacio tan cosmopolita). Sillas de todas las texturas y colores disponen límites en espacios muy amplios. Gente va de aquí para allá, y entre todo ese movimiento aparece Alejandra con su sonora voz, con esa amabilidad que delatan unos ojos que no se sabe muy bien si son azules o verdes.
Su presencia es generosa pero fuerte, y tiene tantas ideas en la cabeza que es normal que se entretenga hilándolas en un monólogo en el que ella misma hace las preguntas que responde. Es Alejandra Borrero, y ese nombre ha significado ‘la pena y la gloria’. Pero ahora, pasados los 50 años, esa energía que irradia de él está enfocada solo en lo que le interesa hacer.
Y de esa fuerza creadora –explorada en este espacio lleno de colores- surgió hace un año Ni con el pétalo de una rosa, el primer festival artístico del país que tiene como temática la violencia de género; un proyecto que busca que las mujeres y los hombres se repiensen frente a esta problemática para erradicarla.
Además de obras de teatro y de charlas, Ni con el pétalo de una rosa ha llevado su campaña a todo tipo de espacios, incluso al Senado de la República, donde Alejandra le pintó la boca con labial rojo a reconocidos políticos como Antonio Navarro Wolf, Juan Fernando Cristo y hasta a Roberto Gerlein -político radicalmente conservador-, como símbolo de su adhesión a la causa.
“Cambiemos el mundo nosotras, ellos no están interesados”
– ¿Cuál es el detonante para que comiences a hablar sobre violencia de género?
Yo nací activista y peleaba en mi casa por la desigualdad. Me daba mucha rabia cuando teníamos que arreglar la casa y a mi hermano no le tocaba, y nunca estuve conforme de cómo era la vida para nosotras, las mujeres. Pero cuando comencé a trabajar en temas complejos como el abuso sexual infantil y la violencia de género, empecé a darme cuenta de que el arte tenía las herramientas más maravillosas para poder hablar de cualquier asunto sin re-victimizar. Y un poco reparar mi alma de mujer fue empezar este camino.
– ¿Por dónde comenzar cuando la problemática es tan complicada?
Hablar de esto es muy asustador. Al principio decía “qué vamos a hacer”, y después empezamos a ver cómo el público ‘se toca’ con estos temas y le llegan al corazón. Entonces, además de las obras hicimos una serie de charlas como una que llamé Cambiando imaginarios, donde explico, por ejemplo, cómo hacemos las mujeres para perpetuar el machismo, porque ni entendemos cómo pasa.
Mi intención es seguir trabajando en esto; ver la resiliencia de las mujeres es increíble, al igual que el poder apoyar al otro… eso también es una sanación. Y no puedo más que dar las gracias por poder hacer lo que estoy haciendo.
– Ahora, en la segunda edición, ¿cuál será la misión?
Nos metimos en la ‘vaca loca’ de cada año hacer un festival. Y esta versión será más nacional para poder incidir en otros departamentos y llevar obras, charlas y estadísticas. Porque es impresionante cómo se naturalizó la violencia en Colombia.
Por ejemplo, cuando presentamos la obra A la sombra del volcán, que fue la primera que hicimos sobre abuso sexual infantil, llegó una chica de 14 o 15 años, y desde que se sentó en el teatro lloró de tal manera que tuvimos que intervenir y hablar con ella. Ahí supimos que se acababa de dar cuenta que estar embarazada de su tío no era normal, y ella iba en el tercer embarazo. Entonces hay que empezar por ahí, por decirles a las mujeres que estas cosas no son parte de la vida.
– Según tu trabajo, ¿cuál es la percepción que tienen las mujeres sobre sus derechos?
Hay muchas dinámicas culturales que perpetúan la violencia en el país. La ley ha cambiado, pero las mujeres no la conocen; la 1257, por ejemplo. Ojalá fuera tarea en el colegio. Ojalá la mamá sacara la ley porque con solo leerla las mujeres se empoderan y se les sube la autoestima. Pero estuve en una charla hace muy poco con 200 mujeres policías, ninguna se había leído la ley, y los funcionarios mucho menos.
Por eso, en este país una mujer se demora once años, según estadísticas, en denunciar una vida de abusos y violencia… ¡Once años se aguanta! Y la dinámica de la violencia es cíclica: si ya le pegó una vez le volverá a pegar, no crea que no, no sigan justificando la violencia. La ley dice que tenemos el derecho a desarrollarnos libremente, no importa cómo seamos: juguetonas, risueñas, tímidas; tenemos derecho a ser las que somos y que se nos respete.
– ¿La violencia de género en Colombia se vive igual que en otros países?
Me lo pregunto todo el tiempo. A veces recibimos mensajes de Argentina, Ecuador, México, Panamá, y se da uno cuenta de que la violencia en toda Latinoamérica es la misma, incluso en el mundo entero.
La casa es el lugar más peligroso para una mujer. Y el domingo, el día en que más niños son violados; cuando toda la familia está en su casa. Así que la violencia no viene de afuera, la violencia es interna. La trata de personas, que es uno de los flagelos de la violencia, es generalmente hecha por amigos, por familiares y personas cercanas. Así pasa en casi todo lado.
– ¿Estamos cerca de lograr un cambio?
Hace 25 años, cuando uno iba a una fiesta, siempre había un momento en el que todo el mundo se sentaba a decir chistes sobre negros, y la gente se moría de la risa. ¿Has visto que eso vuelva a suceder? ¿Ves que ya se trata de algo intolerable socialmente? ¿Ves cómo ha cambiado la sociedad, a pesar de que todavía haya tanto por lograr para los afroamericanos?
Espero que eso pase para las mujeres, y que algún día sea mal visto que se le pegue a una mujer. Personalmente, delante de mis ojos, no voy a permitir nunca que se violente una mujer. Si como sociedad empezamos a cerrar la brecha, esto cambia.
– ¿Crees que las mujeres gay la tienen más difícil que los hombres en este país?
Creo que es igual. Pero considero que a la mujer se la tilda más, se le señala más, y si es homosexual pues tiene dos puntos para ser molestada y castigada. Por eso me gusta tanto que haya tantas mujeres gay abiertas en el Gobierno, porque eso los incita y confronta todo el tiempo. Y claro, las han tildado de marimachas, de hombres, de todo lo que quieras, pero realmente ha sido una lucha ganada llegar a la ley de la mujer que tenemos en este momento.
– ¿Qué queda pendiente si por esas cosas de la vida no despertaras mañana?
Nada, creo que vivo al día. Hay muchas cosas que voy hacer de aquí en adelante, y ojalá más maravillosas todavía, pero cada vez que me monto en un avión pienso “si esto se cae, ya cumplí”.
*Este artículo fue publicado originalmente en El Universal, escrito por NATALIA ECHEVERRI VARGAS.
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